En algún momento decidí renunciar a la autoría cuando la posteridad me dejó de interesar. Trascender no tenía sentido si se moría del todo y no había forma de percibir la vida de la obra. Luego la escritura me salvó de desaparecer y desintegrarme. Cuando escribo soy, cuando escribo cambio, cuando escribo avanzo. Es como dejarse seducir por el encanto del desierto; del siguiente pueblo. Prefiero caminar dormido, despertar entre otras sonrisas y voltear a ver lo escrito mientras dormía.