Imaginar con toda pasión y lucidez la muerte. Internarse gradualmente en el cese absoluto, en el fin de la historia. Tener un atisbo palpable de no respirar, no percibir, no hacer, terminarse. Sueño lúcido espontáneo que no es sueño y tampoco es imaginación propia del estado de vigilia. Visita guiada por invitación.
Salí de ese estado con la respiración agitada. Doble impacto, se tiene aliento y eso magnifica la impresión del estado del que se acaba de salir: el subir y bajar del pecho tan agitado por ese sobresalto se había imaginado desde su ausencia. Una angustia que no es serena ni es desesperación. Se llama ‘duelo por uno mismo’. ‘Me voy a extrañar cuando no tenga con qué extrañarme’, me he dicho con inocencia en las otras veces que me ocurrió el trance. Las primeras dos ocasiones fueron preludios a cambios drásticos en mi vida que desembocaron en sendas depresiones clínicas. Fueron cambios drásticos que en aquél entonces entendí como catástrofes. La depresión ya estaba pero aún no alcanzaba el clímax. El episodio de hoy es el cuarto. Sentí miedo adrenalítico: propio del que siente que está ante un evento límite. No lo siento como un hado funesto. Acaso me podría inclinar más por darle una lectura de cambio radical, luminoso y espectacular como el que se abrió anoche con luna gigante y todo. Cuando ‘desperté’ imaginé la negrura que se veía antes de recibir un impacto de bala o ser atropellado. Pude ver el último aliento de personas que han muerto. Eso me fue serenando, todos mueren. Imaginé a mis familiares, a mis amigos más cercanos. Me imaginé escribiendo la sensación y ya de entonces sabía que era absurdo emprender el intento. No hay forma de narrar ni la intensidad ni el espacio visitado, no con mis recursos, no desde la narrativa.
Ya con la respiración tranquila encendí la lámpara junto a mi cama. Después de aclimatarme a ella volteé al otro lado y abrí la netbook. No tenía polvo porque recientemente la limpié. El polvo cae sobre las cosas para no reconocerlas. Porque uno no reconoce las cosas deja que les caiga polvo. Pero todo el objeto era distinto, era como descubrir el afecto hacia la computadora. Recordé los textos que habré de escribir con ella como si ya los hubiera escrito.
No nos conocemos y es una casualidad haber caido en este blog, una agradable por cierto, y quizas ambas no interesen, pero despues de leer esta entrega no podia dejar de comentar: ¡gracias por compartir estos escritos! Ojala se vengan mas, porque son un deleite. Saludos…
Muchísimas gracias por el comentario, lo aprecio de verdad. ¿Y cómo fue que llegaste a mi blog? Contar el viaje no le quita brillo a la casualidad pero le dará color 😉 Saludos!
Historia revuelta realmente, para llegar a este espacio tuyo primero pase por el de Rogelio Flores, para llegar al de el, todo surge de una visita que realice hace algunos meses por cuestiones de trabajo al D.F. ahi en una platica con un buen amigo salio el nombre de Alejandro Aura, en afan de curiosidad y buscando en la red, llegue a una entrega de un blog precisamente de Rogelio Flores, el resto lo estamos escribiendo aca.