“resignare: romper el sello que cierra algo”
Te percatas de que el espacio no te pertenece. El lugar es un producto de inercias. El cuerpo es también un lugar. También lo son los escenarios gratos: los que se construyen con personas entrañables, brebajes y jardines. Podrías mirar a la pared en el café o sentarte adentro. Pero buscas la luz y el aire, lejos del encierro. Los espacios lugar originariamente ajenos te los apropias: los construyes y aprecias con otros cómplices. Los lugares bajo tu responsabilidad son los más descuidados: pulmones, casa y tiempo. El tiempo es el lugar que más te encierra; el que se respira, el que se renuncia.
Ilusión de cansancio crónico. Cansa vaciar de sentido al lugar tiempo. Quizás por eso la música suele ser el antídoto perfecto a ese vaciamiento. Es tiempo y secuencia, habitación multidimensional. Torrente inaplazable que se propaga por contacto calórico: como el fuego. Por eso contiene el milagro.
La respiración responde al hallazgo y a la música. Percibir lo inabarcable permite disolver la angustia, la no pertenencia. Uno se rebela y se rehace, se resigna. Romper el sello es un acto de inauguración: más ritual que inevitable, pero necesario y natural como el siguiente paso de una danza. Se firma una nueva alineación con el lugar espacio, y al hacerlo uno se interna en el lugar tiempo con la música conciencia.