Resueño

Uno de los tex­tos que te leí en el café habla­ba sobre esa zona que ya no es sue­ño pero tam­po­co es vigi­lia. Qui­zás por eso, muchos even­tos que suce­den en lo que sin­té­ti­ca­men­te lla­ma­mos duer­me­ve­la no lle­gan al tex­to. Que­ría com­par­tir­te que es por eso y no por par­que­dad que no te había dicho que muchas son­ri­sas y pen­sa­mien­tos al des­per­tar fue­ron moti­va­dos y pro­ta­go­ni­za­dos por ti. Ahí uno, toda­vía indis­pues­to para estar des­pier­to reme­mo­ra sue­ños reso­ñán­do­los, reson­rién­do­los y reto­cán­do­los. (Por­que vaya que uno se toca en la madru­ga­da per­so­nal). Es qui­zás la hora don­de uno más se con­den­sa y ejer­ce ‑con toda fluidez‑, cuan­do se es más sue­ño, más cuer­po, y ambos. Qui­zás de ese momen­to par­te nues­tra obs­ti­na­ción en creer que alma y cuer­po están divi­di­dos, por­que los ejer­ce­mos jun­tos al amanecer.

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