Pornografía verbal

Diti­ram­bos y que­jas de cua­derno. Regis­tro de llo­ri­queos y hallaz­gos personales.

La estabilidad y la coherencia se conquistan y se pierden cotidianamente

Mi padre decía que la músi­ca cal­ma a las bes­tias. Y no sólo es una bur­la útil para cuan­do alguien se eno­ja. Hay soni­dos y tim­bres que apa­ci­guan a los demo­nios ima­gi­na­rios. Recu­pe­rar niti­dez sen­so­rial con una rever­be­ra­ción vocal o de piano en lugar de atra­ve­sar horas de abu­lia y pas­mo. El milagro.

Pro­cu­rar­se lo nece­sa­rio es un acto alquí­mi­co. Hacer­se de la cos­tum­bre de colec­cio­nar los hallaz­gos. Extraer de ellos can­ti­da­des, secuen­cias y pro­ce­di­mien­tos: sazo­na­mien­to con pól­vo­ra, café, notas, diá­lo­gos internos.

Lue­go crear el suce­so. Invo­car­lo. Rece­tar­se el ritual pre­ci­so para curar, con­cen­trar o san­grar. Todo para saber­se cuer­po, direc­tor y tiem­po. Cam­bia la res­pi­ra­ción. El direc­tor inva­de, es cada sen­ti­do, cada color que el ojo toca, el tran­ce omnipresente.

Jacqueline du Pré

Lle­gué al café inca­paz de reco­no­cer per­so­nas en una pri­me­ra ins­tan­cia. Espe­rar a que se des­ocu­pa­ra una mesa de afue­ra para poder fumar. Ya sen­ta­do y con ganas de hojear el perió­di­co sin­to­ni­cé mejor la radio. Dvo­rak. El pri­mer movi­mien­to del con­cier­to para cello y orques­ta, con dife­ren­tes intér­pre­tes. Obse­sión por la obs­ti­na­ción. Pri­me­ro Casals. Aho­ra du Pré. El mor­bo lle­va a pre­gun­tar­nos si en el momen­to de la gra­ba­ción ya se sabía la sen­ten­cia que flo­ta­ba sobre el cuer­po de Jacqueline.

Mucho más ínti­ma su interpretación.

Pero siem­pre es com­pli­ca­do escu­char músi­ca sólo por los oídos. El cere­bro tie­ne que emu­lar el estre­me­ci­mien­to visceral…

La res­pi­ra­ción del arco de Jaque­li­ne es más dra­má­ti­ca pero no atra­ban­ca­da. Las par­tes solem­nes y oscu­ras con sosie­go: com­pren­de y domi­na el dra­ma de Antonín.

Sólo por la músi­ca val­dría la pena no ser perro. Tene­mos la moda para inven­tar­nos un pela­je. Pero por la cos­tum­bre de dise­ñar en pie­zas no se alcan­za la uni­dad animal.

Jac­que­li­ne final­men­te recu­rre al arre­ba­to. Tan eco­nó­mi­ca en el recur­so que el efec­to es estre­me­ce­dor cuan­do aparece.

El miedo es todos los dolores, o el más celoso

Un poco ansio­so, sabien­do de lo que se tra­ta­ba me sen­té en el sue­lo para bus­car foto­gra­fías para digi­ta­li­zar. Via­jar en lo retra­ta­do en las hojas de con­tac­to me lle­vó a vivir el dolor de las son­ri­sas plas­ma­das, el rece­lo real, el cora­je. Enton­ces pen­sé en la poe­sía y mi expre­sión vital. No hay inten­si­dad en lo que hago y entien­do la razón. Una suer­te de núcleo comien­za a mover­se des­de aden­tro, revo­lu­cio­nán­do­se y rugien­do sin que due­la más que en los ojos, pero hace rui­do y ten­go que que­jar­me en voz alta, mal­di­go momen­tos y per­so­nas y sobre todo pre­sen­tes. Ten­go fra­ses en la len­gua y no pue­do sol­tar­las, sería como dejar las vís­ce­ras sobre una pie­dra sucia, lle­na de pol­vo y sol. Pero los intes­ti­nos y los órga­nos ape­nas los pue­do dete­ner con las manos, se están salien­do como si me hubie­sen cor­na­do el abdo­men. Y enton­ces el cuer­po ansía, comien­za a tem­blar pues no hay cómo con­te­ner quién sabe qué cosa que due­le y no se pue­de per­mi­tir que sal­ga. No sale y se tiem­bla más y más fuer­te, pare­ce ansie­dad, todo se vuel­ve errá­ti­co, incier­to, sin inte­rés. Mien­tras cre­ce una angus­tia por saber que la per­cep­ción cam­bia y los sen­ti­dos se rela­jan, como que­rer des­ma­yar­se pero dife­ren­te. Hay cosas que muer­den al tomar­las con las manos. …

Limpiar el polvo

Ima­gi­nar con toda pasión y luci­dez la muer­te. Inter­nar­se gra­dual­men­te en el cese abso­lu­to, en el fin de la his­to­ria. Tener un atis­bo pal­pa­ble de no res­pi­rar, no per­ci­bir, no hacer, ter­mi­nar­se. Sue­ño lúci­do espon­tá­neo que no es sue­ño y tam­po­co es ima­gi­na­ción pro­pia del esta­do de vigi­lia. Visi­ta guia­da por invitación. …