Es lugar común en las canciones compararse con un grano de arena, y aún así es obsequioso por nuestro tamaño real. Acaso como antídoto cabe reparar en que estamos hechos de lo mismo que esos gigantes que no cesan de arder. Bajo nuestras limitaciones es posible tampoco dejar de hacerlo. Cesaremos al morir obviamente, igual que las estrellas, pero no antes, no sin expandirnos y estallar.