-Atascado en la uretra del zócalo capitalino.
-¿Qué?
‑Eso, justamente.
Los ciegos no cesan ni cuando el
vagón se atasca.
Una cascada de ciegos suena sus
chicles como cascabelitos. Arrecia
la tambora en los tímpanos, éxitos
de la cumbia en formato mp3.
Ni cómo fotografiar a un ciego. Sus lázaros patricios me morderían ‘hijo de tu puta madre’ sin comprender que era por ternura.