Hay un desprecio muy arraigado por ese concepto abstracto que llamamos gente. Se le rebaja la obra artística pensando que está muy lejos de alcanzarla y antes de ponerle un banquito o darle un mapa de cómo acceder a ella se le insulta masticándole la obra. El bolo alimenticio resultante es lo que muchos entienden por difusión o arte para las masas. Se subestima la capacidad y sensibilidad del que está frente a la obra para vincularse con ella.
De niño no entendía todas las palabras que se ocupaban en Mafalda pero entendía el contexto, la expresión, lo que se iba barajeando. Poco a poco fui entendiendo más y enriqueciendo mi primera opinión. Esto último aplica con el arte, personas y con todo lo que en algún momento determinado sintamos ajeno.
No hace mucho Enrique Diemecke puso a cantar y aplaudir al público luego de haber ejecutado el Réquiem de Mozart en Bellas Artes. En aras bajar la obra a la masa no se preocupó por el sobrecogimiento (mucho o poco) que pudieron haber sentido sus escuchas y convirtió el Réquiem en un encore de un concierto de Juan Gabriel.