La tarde había sido música y entusiasmo, más música que otra cosa. Salíamos del zócalo por Madero y seguía la música. Era de noche, muy noche. No se sentía frío si venías de buenas o si habías ido a la buena. Un niño no está de buenas cuando está a fuerzas, cuando toca el acordeón a huevo, cuando finge que no es esclavo y que sigue siendo niño.