Escribo cuando duermo

En algún momen­to deci­dí renun­ciar a la auto­ría cuan­do la pos­te­ri­dad me dejó de inte­re­sar. Tras­cen­der no tenía sen­ti­do si se moría del todo y no había for­ma de per­ci­bir la vida de la obra. Lue­go la escri­tu­ra me sal­vó de des­apa­re­cer y desin­te­grar­me. Cuan­do escri­bo soy, cuan­do escri­bo cam­bio, cuan­do escri­bo avan­zo. Es como dejar­se sedu­cir por el encan­to del desier­to; del siguien­te pue­blo. Pre­fie­ro cami­nar dor­mi­do, des­per­tar entre otras son­ri­sas y vol­tear a ver lo escri­to mien­tras dormía.

Hay del silencio…

Hay del silen­cio sin pala­bras y del que es por nega­ción. Uno es el llano y el otro resul­tan­te, con­ci­lio de clau­su­ra. Ges­ta­ción, lap­so entre capí­tu­los, aban­dono polvo.