Gato paralelo

Hace días que alu­cino la insi­nua­ción de un gato. Lo había vis­to pasear jun­to al escri­to­rio. Casi vi de fren­te su con­torno bur­bu­ja en el libre­ro. Has­ta el hedor de sus heces se sien­te inexplicablemente

A Joaquín, a Yuriria

Cada uno tene­mos una res­pon­sa­bi­li­dad para con­du­cir­nos civil y pací­fi­ca­men­te. El color y gra­do depen­de de nues­tro poder, edu­ca­ción y recur­sos de expre­sión. Los seño­res Krau­ze, Arreo­la, Ale­mán, Marín, insul­tan sin impro­pe­rios: tie­ne más recur­sos (en el caso de Enri­que) o tri­bu­nas into­ca­bles. La gen­te sin esa tri­bu­na, poder o recur­sos para con­du­cir­se agre­den de otra mane­ra más colo­ri­da. No vale decir ‘el que se lle­va se aguan­ta’ por­que coar­ta­ría de for­ma prác­ti­ca la liber­tad de expre­sión, pero si cabe decir­les que dejen de azu­zar y sean más res­pon­sa­bles de su tri­bu­na o poder.

En medio de la algarabía, un niño en la calle, en medio de Madero, a la mitad de todos

La tar­de había sido músi­ca y entu­sias­mo, más músi­ca que otra cosa. Salía­mos del zóca­lo por Made­ro y seguía la músi­ca. Era de noche, muy noche. No se sen­tía frío si venías de bue­nas o si habías ido a la bue­na. Un niño no está de bue­nas cuan­do está a fuer­zas, cuan­do toca el acor­deón a hue­vo, cuan­do fin­ge que no es escla­vo y que sigue sien­do niño.

AMLO - Cierre de campaña 2012 207

#YoSoy132. Plancha del Zócalo. Marcha del silencio. 30 de junio

Habían empu­ña­do el silen­cio lue­go de mani­fes­tar­se fren­te a Tele­vi­sa. Mar­cha­mos silen­tes y emo­cio­na­dos por San Juan de Letrán (Ay San Juan de Letrán diría Rita Gue­rre­ro). Lue­go el con­tin­gen­te lle­gó al zóca­lo lleno de luces. Den­tro de algu­nas horas todos sal­dría­mos a votar. La úni­ca espe­ran­za que tenía­mos ‑esta­ba cla­ro- la ilu­mi­na­ba­mos nosotros.

El 30 de junio de 2012, horas antes de la jor­na­da elec­to­ral, #YoSoy132 hizo una mar­cha de Tla­te­lol­co (lugar míti­co de la lucha social por matan­za de jóve­nes en 1968) a Tele­vi­sa y de ahí al Zóca­lo Capi­ta­lino. No es la pri­me­ra mar­cha del silen­cio pero sí una de las más emotivas.