Gato paralelo
Hace días que alucino la insinuación de un gato. Lo había visto pasear junto al escritorio. Casi vi de frente su contorno burbuja en el librero. Hasta el hedor de sus heces se siente inexplicablemente
Hace días que alucino la insinuación de un gato. Lo había visto pasear junto al escritorio. Casi vi de frente su contorno burbuja en el librero. Hasta el hedor de sus heces se siente inexplicablemente
Cada uno tenemos una responsabilidad para conducirnos civil y pacíficamente. El color y grado depende de nuestro poder, educación y recursos de expresión. Los señores Krauze, Arreola, Alemán, Marín, insultan sin improperios: tiene más recursos (en el caso de Enrique) o tribunas intocables. La gente sin esa tribuna, poder o recursos para conducirse agreden de otra manera más colorida. No vale decir ‘el que se lleva se aguanta’ porque coartaría de forma práctica la libertad de expresión, pero si cabe decirles que dejen de azuzar y sean más responsables de su tribuna o poder.
La tarde había sido música y entusiasmo, más música que otra cosa. Salíamos del zócalo por Madero y seguía la música. Era de noche, muy noche. No se sentía frío si venías de buenas o si habías ido a la buena. Un niño no está de buenas cuando está a fuerzas, cuando toca el acordeón a huevo, cuando finge que no es esclavo y que sigue siendo niño.
Habían empuñado el silencio luego de manifestarse frente a Televisa. Marchamos silentes y emocionados por San Juan de Letrán (Ay San Juan de Letrán diría Rita Guerrero). Luego el contingente llegó al zócalo lleno de luces. Dentro de algunas horas todos saldríamos a votar. La única esperanza que teníamos ‑estaba claro- la iluminabamos nosotros.
El 30 de junio de 2012, horas antes de la jornada electoral, #YoSoy132 hizo una marcha de Tlatelolco (lugar mítico de la lucha social por matanza de jóvenes en 1968) a Televisa y de ahí al Zócalo Capitalino. No es la primera marcha del silencio pero sí una de las más emotivas.