Tweet largo de vagón porque no me podía largar o texto ciego en las entrañas de la tierra de los ciegos

-Atas­ca­do en la ure­tra del zóca­lo capitalino.
-¿Qué?
‑Eso, justamente.

Los cie­gos no cesan ni cuan­do el
vagón se atasca.

Una cas­ca­da de cie­gos sue­na sus
chi­cles como cas­ca­be­li­tos. Arrecia
la tam­bo­ra en los tím­pa­nos, éxitos
de la cum­bia en for­ma­to mp3.

Ni cómo foto­gra­fiar a un cie­go. Sus láza­ros patri­cios me mor­de­rían ‘hijo de tu puta madre’ sin com­pren­der que era por ternura.

Tamaño

Es lugar común en las can­cio­nes com­pa­rar­se con un grano de are­na, y aún así es obse­quio­so por nues­tro tama­ño real. Aca­so como antí­do­to cabe repa­rar en que esta­mos hechos de lo mis­mo que esos gigan­tes que no cesan de arder. Bajo nues­tras limi­ta­cio­nes es posi­ble tam­po­co dejar de hacer­lo. Cesa­re­mos al morir obvia­men­te, igual que las estre­llas, pero no antes, no sin expan­dir­nos y estallar.

Transiciones

Muchos encuen­tros me pro­vo­can sín­dro­me de abs­ti­nen­cia. No sólo son los temas, el taba­co o el café, aun­que cla­ro, con­tri­bu­yen. Es el cam­bio súbi­to de una tem­pe­ra­tu­ra a otra, sol­tar la gen­te, la risa. Hace tiem­po des­cu­brí que no debía qui­tar­me los audí­fo­nos has­ta des­pués de un buen rato de haber lle­ga­do a casa. Ayu­da­ba a ate­rri­zar, como fro­tar­se los ojos des­pués de salir del cine.

Fue distinto I

La dife­ren­cia en gra­dos Rich­ter fue míni­ma (0.3), de ahí que el mie­do emer­ja. En las reac­cio­nes de la gen­te se le da cuer­po al mie­do com­par­ti­do de que la catás­tro­fe de 1985 no sería la úni­ca y de que el tiem­po nos ha obse­quia­do pró­rro­ga. ‘Aho­ra sí segu­ro que caye­ron edi­fi­cios’. En los últi­mos dos tem­blo­res el sue­lo y las pare­des vol­vie­ron a cru­jir. A la par del mie­do se acti­vó en ambos epi­so­dios la memo­ria-cons­cien­cia de que la catás­tro­fe es pro­me­sa cíclica.